13 marzo 2009

Corrido

Ya no quedan matorrales en donde morir con el pellejo desgastado
Ni cobijo, ni putas, ni bozales
Me heché a correr y cayó la noche.

Monte abajo, trás el último canal de Peñablanca, donde sólo se apiñan cinco casas, un par de estancias y mis lamentos.

Los pastizales quemándose a lo lejos hacen de la tarde mi último trote con los pulmones en su lugar, se levantan como bestias y me ocultan de la persecución, y sigo corriendo.

Lacayos y mierdas abren el camino de las piedras con sus palos y sus cadenazos, yo más adelante con las manos, los dientes y las uñas rompo la tierra pedregosa, regándola de sangre, hundido en mi quejumbre.

Madrigueras, pozos y hoyos, nidos, aguaturbia y tumbaderos son mis escondites.
Corro velóz, a carnes escarchadas en la noche iluminada por los flagelos anteriores que rematan en mi mente.

Nadie me detiene, me arrastro sarnoso mutando con el proceso natural de la descomposición, Por la mañana ya me habrán alcanzado, se habrán posado sobre mi sin sospechar que caminan sobre mi lomo.

Campo adentro, en tierras de nadie vine a reposar mi cuerpo cansado, lo recuesto en los chacay y espero a mis carniceros.

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