como una cuncuna húmeda se anido haciendo hilos de saliba, las sábanas blancas enroyaban su figura herida, y se dejó diluir entre el semen, el pisco y el sida.
Esa mañana de sol amanecí con tremenda caña junto al Vitoco y la Daniela. Ella me daba húmedos besos mientras el se la punteaba dulcemente, era primavera.
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