05 enero 2010

Incendio en el campo

Se anda acostando con gueones, por todos lados, amanece revolcada, con sus canales erectos y tibios, atestados de sémen de Pedro, Juan y Diego. Hinchada de vapores hediondos y con las nalgas hechas trizas.

Al final siempre llega arrastrandose por la tierra mirandome mis manos, mis manos y el pico, siempre vuelve con hambre, porque sabe que en mi parcela tiene un rincón para ella, sólo que esta vez, los incendios de la quinta costa lo arrasaron todo, ni las ratas vienen a visitarme.

Y me quedé sólo nadando en un mar de mierda, masturbandome a punta de recuerdos, teniendo que pagar por desoyarme, o en el mejor de los casos, mentir.

- hola, si, soy un imbécil que te ama y después de esta noche seremos muy felices.

Mientras mi sirena, iluminada por el fuego de babilonia en llamas, se quita la ropa lentamente, humedeciendose con mi lejanía, reviviendo al mismo ritmo en que yo me desmorono.

Y si ni las ratas comen de mi carne, y si ni mis propias larvas gustan de mi sabor ¿Quién tendrá el valor de chupar estos huesos infectados? ¿Existirá perra en algún desierto que tenga hambres de mi miseria?

Mi sirena arde pornográficamente en el infierno, tomó el mejor de los viajes.

Yo soy un hombre de Campo, y en su ausencia, salgo a caminar de noche, lejos, a caminar.

1 comentario:

Francisco Henríquez dijo...

"Mi sirena arde pornográficamente en el infierno". Quedé pal pico con ese.