18 junio 2009

Una jauría de perros salvajes nos venía siguiendo desde la mañana, se apostaban desde lejos a mirar y oler nuestro sudor, nuestra alma derramándose por entre las yagas de nuestra piel.

El sol brilla hermoso, desgarrando nuestra tes, incrustándose en nuestro cerebro que a esta hora es un puñado de migrañas y sed.

nuestras botas aran la tierra sólida, sin levantar polvareda abrimos el desierto pedregoso arrastrándonos sin pausa.

1 comentario:

Cristián Kristian . dijo...

Otra vez una persecución .