Una jauría de perros salvajes nos venía siguiendo desde la mañana, se apostaban desde lejos a mirar y oler nuestro sudor, nuestra alma derramándose por entre las yagas de nuestra piel.
El sol brilla hermoso, desgarrando nuestra tes, incrustándose en nuestro cerebro que a esta hora es un puñado de migrañas y sed.
nuestras botas aran la tierra sólida, sin levantar polvareda abrimos el desierto pedregoso arrastrándonos sin pausa.
18 junio 2009
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1 comentario:
Otra vez una persecución .
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